La mente carnal está basada en la realidad mundana. Quiero aclarar que ser una persona inteligente o de intelecto brillante no es malo, siempre y cuando su mente esté sometida a la guía del Espíritu Santo. El apóstol Pablo era un hombre de deslumbrante inteligencia, pero no confiaba en su mente carnal sino en la iluminación del Espíritu Santo. Dios usó su trasfondo educacional para Su gloria.
Yo defiendo y apoyo la preparación intelectual. Quiero que los jóvenes estudien y vayan a la universidad, y ayudo a muchos de ellos a que terminen sus carreras. El problema con el intelectualismo empieza cuando tratamos de usar nuestra mente carnal para entender cosas espirituales o para activar el poder sobrenatural de Dios. Ahí es cuando nuestra mente carnal se convierte en un enemigo porque toma el lugar de la revelación divina. Si cedemos a nuestra mente carnal terminaremos dudando del poder de Dios.
Soy una persona inteligente y siempre me ha gustado estudiar; es más, Dios me ha permitido obtener varios títulos profesionales; sin embargo, al comienzo del ministerio fue un problema tratar de entender a Dios con mi mente, hasta que me di cuenta que sólo podría hacerlo a través de la revelación del Espíritu Santo. Fue entonces cuando le entregué mi mente al Señor para que la llenara con Sus pensamientos. Esa es la razón por la que necesitamos renovar nuestra mente (vea Romanos 12:2).