Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras. (Romanos 15:18)
Enseñar la Palabra sin que sucedan milagros no es demasiado excitante ni provoca cambios radicales; sin embargo, cuando hay demostraciones de milagros, señales y prodigios, la gente cambia en poco tiempo. A veces tratamos de llegar al corazón de la gente por medio de consejería, disciplina y cuidado pastoral -y entiéndase que todo esto es bueno y tiene su momento, yo mismo lo práctico en el ministerio-, pero cuando los milagros ocurren, apelan al espíritu. Usted puede razonar con la gente sólo hasta cierto punto; sin embargo, su interior sólo será impactado por medio del poder sobrenatural de Dios.